miércoles, 1 de mayo de 2013

El Real Madrid y la "Décima" (2ª parte)

 
Pongo por delante que soy culé, pero que, por encima de todo, soy amante del fútbol y en este mundo el Real Madrid ha escrito muchísimas páginas con letras de oro. Partiendo de esas dos premisas, creo que el Real Madrid, en las dos últimas temporadas, ha perdido dos oportunidades únicas para ganar su décima Copa de Europa. Por mucho que se argumente, el Real Madrid le había quedado una camino expedito sin la presencia en la final del F.C Barcelona, su bestia negra en los últimos años.
El año pasado el Bayer Münich no debería haber eliminado nunca al Real Madrid y mucho menos el Borussia este año, un equipo correcto, extraordinariamente disciplinado y talentoso pero que fue inferior al Málaga en cuartos de final.
Huelga pensar en que hubiera hecho el Real Madrid con el Málaga en semifinales. Probablemente le hubiera finiquitado ganando los dos partidos de la eliminatoria y se hubiese plantado en la final con ansias de venganza frente al Bayer Münich.
Nunca debería haber sido eliminado y mucho menos nunca debería haber encajado tres goles en media parte en Alemania. Desgraciadamente ya no podrá volver atrás y desandar los pasos dados, pero, sinceramente, creo que, vista con perspectiva, la etapa de Mourinho ha dejado muchas más luces que sombras.
Convirtió un club de fútbol modélico en las formas y en el discurso en un gimnasio de boxeo donde se lanzaban mensajes incendiarios a árbritos, entrenadores, jugadores, presidentes de la UEFA y de la Federación Española de fútbol. El cénit fue ese dedo en el ojo de Vilanova, ese gesto macarra de patio de colegio que desnaturalizaba cualquier argumento futbolístico.
Ese lema "conmigo o contra mí", ese control marcial del vestuario en el que se ha cuestionado hasta a Iker Casillas, esas purgas a mitad de temporada, ese mangoneo de Jorge Mendes no ha sido el mejor caldo de cultivo para finalizar la temporada.
Xavi Alonso y Arbeloa por un lado, Casillas y Sergio Ramos por el otro, escenifican una fractura imposible, una carga demasiada pesada en momentos de alta tensión competitiva. 
En medio de todo eso, el presidente, Florentino Pérez, tomó partido por el entrenador. Anoche se dieron un afectuoso beso antes de empezar el partido. Quizás fue uno más de los besos de Judas que ha ido dando por todos los clubes por donde ha pasado.
Ahora, si es que se va al Chelsea, dejará el equipo como un erial, hipotecado con jugadores que trajo a golpe de talonario completamente sobrevalorados. Florentino volverá a presentarse a las elecciones, quizás de la mano de un nuevo técnico y nuevos jugadores que difuminen una gestión deportiva mediocre.
Bien es verdad que todo esto lo deberán valorar sus socios y sus aficionados. Y un culé que sencillamente ama el fútbol no es el más indicado para dar lecciones de nada. Tan sólo digo que hubo un tiempo de un club en el que jugaba Alfredo Di Stéfano, que sembró una leyenda que se retroalimenta con cada título que se deja de ganar. Creo, honestamente, que Mourinho ha tenido mimbres para ganar la "Décima" y no lo ha hecho. El resto es debate estéril e inútil.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario