domingo, 6 de abril de 2014

La leyenda del Tour de Flandes

v
Cuando llega la primavera los aficionados al buen ciclismo saben que tienen una cita inexcusable con las grandes clásicas del ciclismo. Ya vivimos hace poco la Milán-San Remo donde hace tiempo hubo españoles que se vistieron de gloria (Miguel Poblet, Oscar Freire) y hoy domingo tuvimos el privilegio de vivir una nueva edición del Tour de Flandes, con victoria final para el suizo Fabián Cancellara, quizás el mejor clasicómano en activo del pelotón internacional.
Es una línea más en el palmarés de un ciclista descomunal, dedicado a las clásicas y a la lucha contrarreloj pero sobre todo es un detalle más que contribuye a engrandecer el ciclismo con sus grandes gestas. Es ciclismo del bueno, del que hace afición, de ese que nos enamoramos cuando eramos niños y soñábamos con ser Perico Delgado.
La emoción de la ascensión al mítico muro del Koppenberg, el rodaje entre pavés y multitud de belgas aplaudiendo a rabiar a los ciclistas, los codazos, las pedaladas al límite, contribuyen a crear un ambiente especial en una carrera a la que sólo puede igualar la Lieja-Bastogne-Lieja o la Paris-Roubaix, precisamente ganada el pasado año por el propio Cancellara.
Amo el ciclismo porque como aficionado y practicante fue toda una escuela de vida que remite a ese tiempo de adolescencia donde era feliz, aun sin saberlo, a tantas y tantas tardes y a tantos kilómetros rodados pensando cómo era o cómo sería tu vida. Es mucho lo que representa el ciclismo y es mucho lo que debo a citas ciclistas como el Tour de Francia o el Tour de Flandes. En un fin de semana donde otro de los grandes del atletismo, Bekele, daba el paso en  el Maratón de París para convertirse en el mejor fondista de la historia y donde Ferrari comenzaba a fracasar una temporada más, Cancellara engrandecía su leyenda y con ella la del ciclismo mundial. ¡Viva el buen ciclismo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario