Anoche terminó en los Campos Elíseos de París la 100ª edición del Tour de Francia con un pódium inesperado. Froome, tomó el relevo de su compañero Wiggins, ausente este año y le acompañaron en el cajón Nairo Quintana, un colombiano que nos recuerda a Lucho Herrera y el español Purito Rodríguez, quizás nuestro ciclismo actual más solvente.
Ha sido un Tour de Francia magnífico, planeado con un buen equilibrio entre montaña y contrarreloj. Ha ganado el ciclista más completo confirmando las sensaciones que dejó en la pasada edición, donde fue más fuerte que se jefe de filas, Bradley Wiggins. Froome tiene 28 años una edad ideal para seguir engordando su palmarés. Es un ciclista muy equilibrado que domina la alta montaña y la lucha contra el reloj, dos aspectos fundamentales para ganar una gran vuelta por etapas.
Justamente eso es lo que le falta a Purito Rodríguez, un escalador muy completo, un llegador magnífico, a buen seguro un clasicómano infravalorado, pero que le falta la lucha contra el reloj como elemento para conseguir metas más altas. El Giro de Italia del pasado año y la Vuelta Ciclista a España las perdió en la contrarreloj, algo que Purito parece haber mejorado esta temporada. Es un ciclista veterano que ha subido al pódium en las tres grandes vueltas por etapas, ha sido medallista en un Mundial en ruta y también cuenta con buenos resultados en las "clásicas" de un día, incluida una victoria en la Flecha Valona.
Nairo Quintana, por su parte, nos recuerda a la mejor versión del escalador colombiano, una especie de Lucho Rodríguez renacido pero, a diferencia de Lucho, Nairo se defiende muy bien la lucha contra el crono. Su segundo puesto en el Tour rubrica una temporada excelente que se une a su victoria en la clasificación final de la Vuelta al País Vasco. Su futuro es espléndido y el aroma que deja en su pedalada recuerda a Fabio Parra, Lucho Herrera, Oliverio Rincón y otros tantos "escarabajos" que nos deleitaron en la década de los noventa.
Por lo demás, el Tour aclara mucho el presente ciclista de varios corredores que vivieron sus mejores días antes de ser sancionados por dopaje. Son los casos de Alejandro Valverde, un ciclista excepcional con mala suerte en el Tour y Alberto Contador, ganador dos veces de la ronda gala pero que ha dejado de ser ese ciclista solvente de sus primeros años para convertirse en un hombre que sufre para defenderse en las altas cumbres alpinas y pirenaicas.
Lo que más me preocupa de todo esto es el escaso futuro de nuestro ciclismo. Contador, Purito y Valverde están viviendo la recta final de su carrera deportiva y por detrás se ve un absoluto desierto. Quizás la última gran promesa, Igor Antón, fue el espejismo de un día. Para alguien que ama tanto este deporte como yo, recordar los tiempos de Induráin, Freire, Perico Delgado, Sastre y otros tantos ciclistas ilustres que escribieron con letras de oro la historia de nuestro ciclismo genera una melancolía que solo puede ser sustituida con el nacimiento de una nueva estrella. Esperemos que la próxima edición de la Vuelta Ciclista a España nos traiga como regalo la irrupción de una nueva promesa. Que así sea.
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