Anoche, en el Sardinero vivimos uno de los momentos más dignos del futbol español en años. Un colectivo de futbolistas que se ganan la vida como mejor saben y pueden, de una manera digna, dando lo mejor de ellos mismos, se plantó en el partido de cuartos de final de Copa del Rey que les hubiera enfrentado a la Real Sociedad.
Fue un acto que tenía que ver con la dignidad personal de trabajadores del balón que piden una cosa tan justa como sencilla: que les paguen el salario con los que mantienen a su familia. No estamos hablando de contratos millonarios, sino de mileuristas, víctimas de una crisis económica brutal que nos ha dejado como herencia la agresión constante a las condiciones laborales de todos los asalariados.
El conflicto del Racing sintetiza el peor rostro de la crisis económicas: trabajadores que siguen dando el callo, con menor sueldo y peores condiciones laborales mientras los gestores ni son censurados, ni dimiten, ni asumen la responsabilidad de su mala gestión económica. Es el caso del Racing, un club histórico de Primera División que corre serio riesgo de desaparecer o pasar al más absoluto ostracismo como sucedió con el Oviedo, Salamanca y tantos otros equipos que pertenecen a la memoria colectiva de nuestro fútbol.
No hay nadie en España que pueda dar la razón a la directiva del Racing y sí todos a sus jugadores que, sin cobrar, con viajes imposibles eliminaron a dos equipo de Primera División y tenía posibilidades de haber eliminado a un equipo Champions. En semifinales le esperaba el Barça y quizás la solución económica a los problemas del club pero los jugadores apostaron por su dignidad personal y como jugadores de fútbol.
Su lucha, su reivindicación hoy es motivo de comentario en toda la prensa mundial para vergüenza de una directiva a la que no le queda otra que dimitir y hacer las maletas. Anoche todos fuimos un jugador del Racing más porque en su lucha estaba la de todos los trabajadores que, a cambio de nuestro trabajo, pedimos nuestro salario, algo perfectamente asumido desde tiempos pretéritos salvo en la mente obtusa e impresentable del presidente del Racing de Santander y sus atláteres.
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