Siento predilección por atletas como María Vasco, bajo mi punto de vista la mejor marchadora española de todos los tiempos. Me emociona su entrega sincera, su forma de entender el atletismo, humilde y constante. Representa todos los valores primigenios del atletismo: lucha, competitividad, deportividad, grandeza en las victorias y en las derrotas, entusiasmo y heroicidad. A todo ello añade un toque de emotividad a todo lo que hace, a cómo se expresa, a cómo entiende y nos hace entender el atletismo. Medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de Sidney y en los Mundiales de Osaka, así como medalla de oro en la Copa del Mundo de Chihuahua, su palmarés es envidiable, solo al alcance de las grandes atletas de nuestra historia.
Para mi su actitud personal trasciende a todo eso. Me quedo con todas aquellas jornadas de gloria que regaló a nuestro atletismo pero sobre todo con la capacidad para transmitir el amor y el compromiso por el deporte. Se va una grande entre las grandes que me hizo disfrutar como ninguna de la marcha, una de mis especialidades atléticas preferidas.
Ahora deja el relevo a Julia Tacaks o Beatriz Pascual, toda una garantía de futuro, pero será muy difícil llenar su hueco. Sus lágrimas de despedida evidencian todo aquello que me transmitió como atleta y como persona: la pasión y la honradez por todo aquello por lo que entregó su vida personal y profesional. Agradezco su aportación a nuestro atletismo y que hubiera dignificado tanto el deporte con su actitud. Atrás quedan tantas jornadas de gloria donde disfruté tanto del atletismo. Gracias María
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