Marc Márquez se está comportando en el mundial de motos GP como Julio César en la guerra de las Galias: llegó, vio y venció. Ha sido una aparición emocionante para todos los amantes del motociclismo. De momento no observamos techo ante un hombre con un talento que recuerda a todos los grandes campeones de la historia.
Sus credenciales son inmejorables: campeón en Moto3 y Moto2 y, hasta el momento, el piloto más joven en ganar un gran premio en la máxima categoría, arrebatándole este honor al mítico Freddie Spencer, dos veces campeón del mundo de 500 cc.
Está claro que este es el mundial de los españoles y para alguien como yo que creció viendo el duelo americano entre Lawson, Rainey y Schwartz al que se unían los dos australiandos Gadner y Doohan, lo que estamos viendo estos últimos tres años es, sencillamente, increible.
El duelo Pedrosa, Márquez y Lorenzo promete una temporada intensa, de fuertes emociones encontradas. Me encantaría que fuera Pedrosa o Márquez campeón. Serían uno de los pocos pilotos en la historia, quizás salvo la excepción de Rossi, que tuvieran los títulos mundiales en las tres categorías. Hay que dimensionar lo que estamos viendo. Hace apenas una década soñábamos con ver a algún español en el pódium en la máxima categoría. Hoy se hace casi imposible ver un fin de semana en la que los españoles con ocupen alguna de las tres plazas del pódium.
Les debemos mucho a esta nueva generación de deportistas que dignifican el nombre de España por el mundo en un momento de gran crisis económica y social. Al menos nos ilusiona creer que hay un compatriota que puede, si es que la suerte le acompaña, convertirse en uno de los mejores pilotos de la historia. Su nombre es Marc Márquez y su leyenda empieza a forjarse a golpe de gesta deportiva cada fin de semana.
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