El Real Madrid se quedó a las puertas de una nueva final de la Copa de Europa. Como era previsible, el marcador del partido de ida ha resultado determinante. Era casi imposible remontar tres goles a un equipo tan bien ordenado, con tanto criterio futbolístico y tanto talento individual y colectivo como el que presenta el Borussia Dortmund. De verdad que lo ha intentado, incluso parecía que se cumpliría el guión de remontar en el último minuto con gol de Cristiano Ronaldo, pero todo se quedó en un sueño que muchos acariciaron por momentos.
La realidad, la cruda realidad, es muy tozuda y demuestra las deficiencias de un equipo plagado de estrellas pero con graves carencias futbolísticas. La más grave de ellas es, sin lugar a dudas, el papel del entrenador, José Mourinho. Convertido, con el consentimiento explícito del presidente del club, Florentino Pérez, en manager general y entrenador con plenos poderes para hacer y deshacer a su antojo, la verdad es que presenta un corto bagaje. Se puede despedir con una Liga y dos Copas del Rey, escasa aportación para un entrenador fichado a golpe de talonario para conquistar la "Décima".
Mourinho es un excelente entrenador de fútbol que no ha sabido gestionar adecuadamente su papel dentro del club. Para él existen amigos y enemigos, es blanco o negro, no ha lugar para matices grises ni para medias tintas. Por eso ha abierto miles de batallas, con la prensa, con los árbitros, dentro del propio vestuario con jugadores de gran peso específico e incluso con parte de la afición a la que siempre ha acusado de fría o poco implicada con el juego del equipo.
Ahora, cada uno deberá asumir sus responsabilidades. El presidente por entregar los destinos del Real Madrid a la figura de José Mourihno, el entrenador por haber firmado una temporada absolutamente mediocre en Liga e insuficiente en Copa de Europa y algunos jugadores que, una vez más, han desaparecido en el momento clave de la temporada.
En un partido digno, con un final apasionante, no apto para cardíacos, sobresale la figura de Sergio Ramos, un jugador enorme que se crece en las citas importantes y se empequeñece la aportación de un Xabi Alonso desconocido y de Cristiano Ronaldo, parece que mermado por la lesión de la última semana.
Por un momento, la magia sobrevoló el Santiago Bernabéu, por un instante se rozó con la yema de los dedos la gloria de la remontada, pero finalmente el Real Madrid se quedó fuera una vez más de una final por culpa de un equipo alemán.
Ahora toca el momento de reflexionar muy profundamente, toda vez que Mourihno se irá a una lugar donde le quieran más, según sus propias palabras. A buen seguro, después de la final de la Copa del Rey, se abrirá una nueva etapa en el Real Madrid, quizás de la mano de Ancelotti. Para mi desgracia, no veré cumplido mi sueño de ver una final en Wembley entre el Barça y el Real Madrid. La quinta Copa de Europa del F.C Barcelona tendrá que esperar para mejor ocasión. Como decía Calderón de la Barca, "la vida es sueño y los sueños, sueños son" y para algunos, entre los que yo me encuentro, este final de temporada comienza a parecerse a una triste pesadilla.