Quería rendir un pequeño homenaje a Lalo García, un jugador importante en la historia de nuestro baloncesto. Le recuerdo de niño, jugando de escolta en el Fórum Filatélico de Valladolid. Comenzó su carrera de la mano de Juan Antonio Corbalán y de Quino Salvo, otro escolta interesante. Creció con Sabonis y llegó a defender la camiseta de la Selección española en el cénit de su carrera deportiva. Ha sido el jugador que más veces ha vestido la camiseta del Fórum y, sin lugar a dudas, ha sido su jugador franquicia.
Tuvo ofertas de clubes superiores pero él prefirió ser cabeza de ratón en el equipo de su vida antes que cola de león en el Real Madrid o FC Barcelona. Cuando se retiró del baloncesto se quedó trabajando para Fórum Filatélico, una empresa quebrada hace años que arruinó la vida de miles de españoles, incluida la de Lalo García.
Su posición económica quedó muy debilitada con la quiebra de Fórum y sus problemas personales crecieron en la misma proporción. Hace un mes, leíamos que había desaparecido diciendo a su madre que iba a darse un paseo. Ayer aparecía su cadáver en las orillas del río Pisuerga, justo al lado del pabellón que coreó un millón de veces su nombre.
La gloria y la muerte se citaron en el mismo sitio, como si el destino hubiera querido que la memoria de Lalo García quedara para siempre unida a orillas del río pucelano. Me da mucha pena porque siempre hablaron de él como una persona sencilla y generosa con los demás, de un buen padre de familia y de un excelente compañero de vestuario. A veces la vida da giros inesperados que algunas personas no pueden o no saben gestionar adecuadamente.
Lalo había disfrutado de las mieles del triunfo, en la misma intensidad que el fracaso personal de una vida alejada del baloncesto. Cuando las luces de la cancha y de la fama se apagaron para siempre, Lalo no tuvo la suerte que se encendieran otras que iluminaran su vida con la misma fortuna.
Trabajó muchísimo para tener un nombre dentro del baloncesto. Era buena tácticamente hablando, disciplinado. Siempre cumplía en la cancha y llevaba el peso del equipo en el vestuario. La vida, posteriormente, no fue tan generosa con él. Ahora queda su memoria, su recuerdo y su familia, que debe estar muy orgullosa de haber disfrutado de Lalo durante 44 años. Descanse en paz.
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