lunes, 2 de febrero de 2015

Triste final hispano para una gran Mundial de balomnano

España, sin fuerzas, perdió el bronce en la prórroga
Me encanta el balonmano desde que tengo uso de memoria. Jugué a este noble deporte con el equipo del colegio en Salamanca a mediados de los ochenta y desde ese momento me enamora ver este deporte. Además es la sección del Barça que más satisfacciones nos ha dado, algo que refuerza mi absoluta devoción por este deporte. 
He tenido la suerte de ver proclamarse dos veces campeona del mundo a la Selección española, justamente en los años en los que Francia ha ejercido una dictadura de éxitos con una generación irrepetible de la mano de Karabatic, bajo mi punto de vista el mejor jugador de todos los tiempos. 
En el Mundial de Qatar defendíamos título con los mismos jugadores que ganaron el título en España hace dos años, a excepción de Sterbic y Alberto Entrerríos. Merecíamos medalla pero el destino fue demasiado cruel en la final de consolación, en la que recibimos un gol que forzaba la prórroga en el último segundo. Quedar cuarto no está mal pero estos jugadores hicieron méritos para llegar a lo más alto del pódium. Faltaron pequeños detalles, especialmente en ataque, donde se nota el plus que aportaba Alberto  Entrerríos o el aplomo en los momentos decisivos de Sterbic, el mejor portero que ha tenido España desde los tiempos de Lorenzo Rico.
Me entristece este final por gente como Manolo Cadenas, el técnico que sustituyó a Valero Rivera, un seleccionador que ha vuelto a obrar el milagro con la plata que ha dado a la selección de Qatar. También por jugadores que están dando sus últimos coletazos con la Roja como Raúl Entrerrios o Chema Rodríguez, hombres que han dignificado con su juego al balonmano español en el momento económico más difícil de nuestra historia reciente. 
Este grupo merecía mucho más. Son jugadores humildes y entusiastas. Joan Cañellas, Viran Morros, Víctor Tomás, Jorge Maqueda o Julen Aguinagalde son el símbolo de los valores más nobles del deporte: profesionalidad, trabajo callado, entrega, humildad y un largo etcétera de cualidades que hacen del balonmano un deporte tan especial.
Ahora nos queda luchar por una plaza para los Juegos de Río 2016 y ver como el Barça intenta ganar su noveno título de campeón de Europa, de la mano, entre otros, de Karabatic, un jugador estratosférico que se ha marcado como objetivo engrandecer las vitrinas del Barça con más títulos. Que así sea.

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