Soy el mayor admirador del mundo de Fernando Alonso, de su trayectoria deportiva y de todo aquello que ha hecho por nuestro deporte. Para un amante de la Fórmula 1 y de Ferrari, Alonso representa un símbolo que va más allá de los triunfos deportivos. Ha promocionado la Fórmula 1 en España, nos ha dado orgullo y nombre internacional en un deporte siempre considerado para deportistas de países adinerados con gran infraestructura deportiva.
He madugrado, no he dormido siestas, he visto cada una de sus carreras, me he emocionado con sus triunfos, me han indignado las injusticias del destino que ha padecido el asturiano y he sentido como propias todas las ofensas de la prensa británica. He creído en la sinceridad de su gesto y de sus lágrimas cuando sonaba el himno español pero sinceramente después de leer hoy que pertenecía a la famosa lista Falciani me quedan pocas ganas de volver a celebrar sus triunfos en McLaren.
Querer estafar a Hacienda que, en verdad, somos todos dice muy poco de Fernando Alonso. El mayor gesto de solidaridad hacia tus propios paisanos es pagar tus impuestos con los que se financia la sanidad, la educación de los niños que te admiran, se financian las infraestructuras deportivas de los que serán mañana tus compañeros de pista, se pagan los servicios públicos de los ciudadanos que se levantan a verte competir, de aquellos que ven creíble sentir el himno nacional como expresión colectiva de un país del que eres un icono, un símbolo.
La vida de los deportistas, de los políticos, de los artistas, de todos los famosos en general debe transmitir ejemplariedad y valores cívicos y éticos. Para admirar a chorizos, a mangantes ya están las películas y las novelas policiacas. Por eso me ha decepcionado tanto Fernando Alonso. No se puede vender la imagen de un tipo que te importa tu país, ese que te ha dado el Premio Príncipe de Asturias con la mayor ilusión y llevarte tu dinero a paraísos fiscales para ahorrarte lo que debes pagar en justicia.
Es una pena pero cada vez estoy más convencido que el alma de los pueblos lo representan personas llanas y humildes que se levantan cada día con la mayor dignidad posible para poder dar de comer a su familia, a los que se quita hasta el último céntimo para pagar los impuestos que financian nuestro modelo de vida y de sociedad.
Esta gente común sí son verdaderos héroes. Para ellos no habrá grandes titulares en periódicos ni reportajes en televisión, ni entrevistas de radio, pero tendrán todo el respeto de personas como yo, que admiran cómo siguen sobreviviendo a pesar de tanto contratiempo. Para ello no se izarán banderas ni sonarán himnos nacionales pero son mucho más españoles, mucho más patriotas, que otros tantos que se acuestan envueltos en una bandera nacional que ni respetan ni dignifican.
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