Si hay una medalla dolorosa de ganar es la de chocolate, aquella que simbólicamente se llevan aquellos deportistas que acaba cuarto. Cierto que se llevan diploma olímpico pero no es menos cierto que se quedan a un escalón de la gloria del pódium.
Javier Fernández tuvo un error de bulto en la final, penalizado con cuatro puntos, que le costaron el bronce. Tenía una coreografía adecuada, un ejercicio que y le dio el oro en el pasado europeo y las ganas de haber sumado su primera medalla olímpica. Pero falló donde nunca suele hacerlo y le condenó a la cuarta plaza.
No hubo margen ni siquiera para una reclamación porque el error de querer cambiar la ejecución de su ejercicio sobre la marcha fue demasiado cantoso para unos jueces rigurosos como son los que puntúan todas las pruebas técnicas de un programa olímpico.
Era nuestra última esperanza de conseguir medalla en los Juegos Olímpicos de Sochi toda vez que Carolina Ruiz se volvió a caer en la prueba del Supergigante, al igual que lo hizo en descenso. Es un escaso bagaje para una Selección española que partía con posibilidades de dar una alegría a la afición española después de 22 años de sequía.
Queda mucho trabajo por hacer pero el panorama de los deportes de invierno en España es desolador. Sin apenas patrocinio ni becas del COE, nuestros deportistas tienen que buscarse la vida como pueden entrenando en países extranjeros donde hay cultura deportiva de deportes de invierno.
Yo esperaba algo más de Sochi pero como decía Calderón de la Barca, "la vida es sueño y los sueños, sueños son".
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