No todos los días se gana un doblete y menos si se hace de forma consecutiva que lo ha hecho el Barça. Está claro que el éxito rotundo de la temporada está supeditado a lo que haga el Real Madrid en la final de la Copa de Europa. Sigo pensando que la historia en mayúsculas se labra en Europa. Es allí donde se fabrican los mitos, las leyendas, donde verdaderamente se construyen los equipos grandes. A esa fiesta el Barça no está invitado y la mayoría de los culés desearían una victoria del Atlético de Madrid, justamente para no empañar el intenso y exitoso fin de temporada blaugrana.
Personalmente valoro mucho más este doblete que otros porque se ha conseguido frente al campeón y subcampeón de Europa, lo que da mas relevancia a lo conseguido. Muchos jugadores se la jugaban, Luis Enrique se la jugaba y el conjunto del proyecto deportivo hubiese estado en entredicho de no haber ganado Liga y Copa del Rey.
Entre el fango, la penumbra, en momentos de duda y tempestad volvieron a salir los verdaderos valores de este equipo. Por mucho que quieran enlucir y tergiversar el debate futbolístico con el discurso de las banderas, un debate que no existe para la mayoría de los culés que respetamos y queremos la bandera española como propia y no como una imposición històrica, por mucho que lo quieran hacer, los valores más auténticos del Barça renacieron a finales de temporada.
En este sentido Andrés Iniesta tiró de galones y se marcó una final de Copa del Rey para enmarcar, una nueva lección de fútbol construida a partir de la humildad de su discurso. Le acompañaron Piqué, Jordi Alba y Messi, con la clarividencia de su fútbol y, por supuesto, Busquets, un jugador que se agiganta a cada partido sin levantar la voz.
Con todos estos ingredientes el Barça consiguió enderezar una temporada que se la había torcido con su eliminación en la Copa de Europa frente a un grandísimo Atlético de Madrid. Como digo no es fácil hacer un doblete, ganando en la final de Copa al Sevilla, un equipo que me gusta especialmente porque se le nota la mano de Unay Emery, un entrenador llamado a consolidarse en la élite.
Ahora sólo queda disfrutar de la final madrileña, desear, por justicia histórica, un triunfo colchonero y esperar que en la Eurocopa el fútbol español brille con el mismo esplendor que lo hacen sus clubes. Sería la guinda de oro a una temporada intensa, muy intensa de buen fútbol.
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