Qué decir un día después de ser tricampeones de Europa. Por muchas palabras que se digan, por muchos elogios que se apunten, por mil argumentos que se aporten, no serán suficientes para describir el orgullo que se siente teniendo esta selección de baloncesto. Con Pau Gasol, el mejor jugador europeo de la última década con el permiso de Nowitzki, al mando del timón y con una eficaz gestión de los recursos de Sergio Scariolo, nos hemos proclamado por tercera vez campeones de Europa.
Ha sido un campeonato muy intenso, muy emocionante en el que ha ganado la selección que más creyó en sus posibilidad, a pesar de las derrotas ante Serbia e Italia. Creyó y venció las adversidades de no poder contar con Ibaka, Ricky Rubio, Marc Gasol, Juan Carlos Navarro, Calderón y Abrines, seis indiscutibles para la lista de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Eso habla mucho y bien del colectivo, de una serie de hombres que persiguieron el sueño de retomar el título de campeones de Europa en la casa de Francia, la selección más fuerte a priori del campeonato.
Hablaremos un millón de horas de Pau Gasol, Chacho Rodríguez, Llul, Felipe Reyes o Rudy Fernández, recordaremos su década dorada, con tres campeonatos de Europa, uno Mundial y dos platas olímpicas, pero no seremos capaces de dimensionar el logro deportivo de este fin de semana. No todos los días se puede ganar una final de una manera tan brillante, en defensa y ataque,y muy pocos días se puede ver hacer un campeonato tan completo a un jugador de leyenda, Pau Gasol.
Gasol es, bajo mi punto de vista, el jugador español más importante de la historia. Versátil, completo, con visión de juego y unas ganas que para sí la quisieran muchos jugadores jóvenes, Gasol se ha convertido, por derecho propio, en un mito de nuestro deporte.
Desde hace 15 años juega de una manera magistral. Le ha dado igual la ACB que la NBA, la Selección española, que el partido de las estrellas de la NBA. Su seña de identidad es siempre la misma: el compromiso, la profesionalidad. No hay peros en su juego, ni fisuras en su trayectoria deportiva. Ha ganado anillos de la NBA siendo MVP de las finales, por mucho que luego los premios individuales se los llevara Kobe Bryant.
Estamos ante un jugador único e irrepetible que solamente podrá compararse, probablemente, con la trayectoria de su hermano Marc. Los elogios son infinitos, pero se los merece. Siempre en silencio, sin decir una palabra más alta que otra, ha demostrado elegancia, saber estar, dentro y fuera de la pista.
Reconozco haberme emocionado una vez más con la ÑBA. Ahora sueño con la medalla de oro en Río en una final contra los EEUU de Lebron, Harden, Curry o Durant. Por soñar que no quede, ¿Quién da más?.
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