Emociona mucho ver el declive, esperemos que no definitivo, de uno de nuestros héroes deportivos: Rafael Nadal. Necesitamos de dioses que iluminen nuestros ratos de ocio, espejos en los que reflejarnos e imaginar a través de ellos las sensaciones de lo que hubiera sido tu vida entregada al deporte. Sentir en carne propia la emoción de ganar grandes torneos de tenis, emocionarte con triunfos que parecen propios, entristecerte o decepcionarte por perder la oportunidad de subir al más alto del pódium son algunas de las sensaciones que pueden trasmitirte personas como Rafa Nadal.
Me gusta Nadal por todos estos pequeños detalles de antihéroe, de persona verdaderamente humilde en la victoria y en la derrota. Como decia María Zambrano alguien es verdaderamente libre cuando no humilla a nadie, cuando no pesa sobre nadie, quien trata a todos con dignidad porque cada individuo representa al conjunto de la humanidad. Ese es Rafael Nadal, humilde, grande en todos los sentidos. Nunca un mal gesto, reconociendo la superioridad del rival, prometiendo esforzarse aun más para superarse a sí mismo.
Lo digo todo esto el día que le han eliminado de Roland Garros, un torneo que ha ganado 9 veces y que ha visto como su gran icono caía frente a un sobresaliente Djokovic, el mejor tenista del momento. Ha sido un partido que pasará a la historia por muchos aspectos, entre ellos por marcar un punto de inflexión casi definitivo en la carrera de Nadal.
Casi es seguro que la próxima semana saldrá del Top ten de la ATP, algo que no sucedía en más de una década pero así es la vida, así de dura, así de cruda. La fama es efímera y la memoria flaca en el mundo del deporte. A mi que me gusta mucho recordar pongo hoy más que nunca en valor la carrera profesional de Rafael Nadal, bajo mi punto de vista nuestro mejor deportista de la historia por toda esta serie de conceptos intangibles apuntados.
Es curioso que veamos su declive el mismo día que los hermanos Gasol recibían el Premio Princesa de Asturias del deporte. Ahora los Gasol están en el cénit de su carrera deportiva, aunque algún dia llegará su ocaso, como el que estamos viviendo de Nadal.
El deporte necesita de héroes, de dioses que caen y de otros tantos que se encumbran en el monte Olimpo, en aquel donde brillarán con luz propia gente como Nadal. Él ha escrito con letras de oro nuestro deporte. Es justo, en momentos complicados para él, reconocerle todo aquello que hizo por el tenis español. Seguro que se volverá a levantar porque así se comportan aquellos que son imprescindibles. ¡Änimo Rafa!.
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