Decía García Márquez que uno empieza a ser viejo cuando cuenta historias que sucedieron hace más de 20 años. Para mi desgracia recuerdo cosas del Barça que pasaron hace más de 30 años y algunas cosas del pasado parecen que vuelven, con parecido guión al presente.
Recuerdo el Motín del Hesperia como si fuese ayer mismo, con José Luis Nuñez como presidente y Luis Aragonés como entrenador. La apuesta fuerte del vestuario con el apoyo de su entrenador contra la Junta Directiva terminó con un título de Copa del Rey frente a la Real Sociedad y la limpia a final de temporada del vestuario y la llegada al Camp Nou de Cruyff como entrenador.
Después viví el declive del Dream Team con la goleada en la final de la Copa de Europa de 1994 contra el Milan de Capello y la destitución del propio Cruyff como técnico culé y la travesía del desierto hasta la llegada de Van Gaal y posteriormente de Frank Rijkaard.
Ahora vuelvo a vivir la crónica de una crisis anunciada. Con un presidente no legitimado por las urnas, un director técnico destituido y un entrenador con poca experiencia en la gestión de un vestuario y de unas estrellas del nivel de Messi, la tormenta perfecta está a punto de estallar.
Curiosamente el Real Madrid con su derrota en el Vicente Calderón ha puesto pomada en la herida y una victoria el fin de semana frente al Atlético de Madrid podría servir de analgésico inmediato ante una crisis institucional y deportiva profunda.
El presidente Bartomeu ha anunciado elecciones para el mes de junio, una maniobra dilatoria que no arreglará el problema de fondo. La sentencia del TAS es demoledora. El Barça no se podrá reforzar hasta el próximo mes de enero de 2016, justo en el momento en el que sería necesaria una renovación profunda del vestuario azulgrana.
A ello se une la figura de Messi, un jugador único en todos los sentidos al que se le está haciendo muy cuesta arriba no ganar títulos, ni individuales ni colectivos. Messi es el termómetro del Barça. Si él no está bien, el equipo no está bien. Si está deprimido o desganado, el equipo se convierte en plano y apático. como demostró en Anoeta.
Luis Enrique no ha sabido calibrar el choque de trenes que ha venido provocando desde inicios de temporada. Quiere ser, como es lógico por otra parte, el jefe del vestuario. Que nadie le cuestione lo más mínimo, ni mucho menos los que van de estrella. Lo que no ha meditado Luis Enrique es que eso lo debes hacer cuando tienes una autoridad real o moral sobre tus jugadores o sobre tu afición. Esa autoridad, ese liderazgo, te lo dan los títulos o el buen juego, dos cosas que aún no ha traído al Barça el técnico asturiano.
El Barça debe saber gestionar esta crisis de manera que nadie salga humillado y todos reforzados. Yo sueño con volver a ver jugar buen fútbol al Barça. Todos aquellos ignorantes que menospreciaban el fútbol total o el "tiqui-taca" como algo meramente cosmético y apostaron por nuevas fórmulas de construir fútbol, ahora se darán cuenta que, por perder, hemos perdido nuestro estilo y nuestra identidad como equipo. Eso sí, a cambio de nada, porque los grandes títulos creo que en las dos próximas temporadas los veremos de lejos.
Como hace 20 años me da mucha rabia conformarme con levantar el título de Copa del Rey a final de temporada, pero creo que vamos por ese camino. Ojalá me equivoque y ganemos al Atlético de Madrid el sábado y, previsiblemente, en los cuartos de final de la Copa del Rey y después al Manchester City en el mes de febrero. La vida es sueño y los sueños, sueños son, que diría un pesimista.
Yo apuesto con volver a aquellos tiempos, también hace justo veinte años, donde todos los culés aprendimos a degustar buen fútbol de la mano del Dream Team. Como decía el tango, 20 años no son nada pero dan para mucho, incluido para ver morir y renacer al equipo de tus sueños.
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